Queridos diocesanos:
Os pido la misma atención y difusión para esta carta, como la que os pedí para la anterior, que trataba sobre la Comunión y el encuentro con Cristo en la Eucaristía. Ahora el encuentro es con el enfermo: “Estuve enfermo, y me visitaste”(Mt 25,36). En el enfermo está el cuerpo doliente de Cristo, y con el que se identifica. Es maravilloso saber que Jesús, el Hijo de Dios, en su deambular por la tierra; en sus caminos de servicio y anuncio del Evangelio, tuvo como preferidos a los enfermos, aunque esta preferencia nunca fuera en detrimento de ninguna otra necesidad. Pero es un dato objetivo que los enfermos fueron los que en la estadística de las relaciones de Jesús tiene el honor de ocupar el primer puesto. Se puede decir que ellos fueron los más atendidos.
Eso significa entonces que también los cristianos hemos de tener la preocupación por los enfermos como prioritaria en nuestra experiencia cristiana. Si eres familia, sanitario, vecino, si eres pariente o amigo de un enfermo y tienes fe, no te olvides de que el enfermo al que cuidas y visitas es “sacramento de Cristo”,en él está el rostro y el corazón de Cristo. Jesucristo se nos revela en cada enfermo.
Insisto en que esto lo digo, no porque no sea consciente de que al enfermo hay que cuidarlo con toda competencia, toda profesionalidad, con toda dedicación y con todos los medios posibles. Lo primero e inmediato es, por supuesto, atenderle del modo más urgente y exigente en calidad con que la sociedad, con sus recursos sanitarios, sea capaz de tratarlo en cada momento y en cada circunstancia. Por respeto a la dignidad humana hay que poner a disposición del enfermo todas las posibilidades y medios que la sanidad vaya encontrando en su espectacular proceso de desarrollo. Y todo, además, tendría que tener en el servicio sanitario un alto nivel de humanidad, ese que siempre es un plus imprescindible del servicio a los enfermos.
Aprovechando que la Iglesia celebra “La Jornada Mundial del enfermo”, con motivo de la celebración de Nuestra Señora de Lourdes, me voy a referir, sobre todo, a lo que los cristianos, en la pastoral de la Iglesia, hemos de hacer con los enfermos. Lo primero ha de ser que completemos ese grado de cariño que todo enfermo necesita, especialmente aquellos, por las razones que sea, no pueden tenerlo de su familia, que quizás no pueda llegar a tanto, como sucede en muchas ocasiones. Como cristianos debemos sumar a la atención sanitaria “la medicina del amor” que todo enfermo necesita, esa que no puede medir la ciencia o las administraciones competentes en la sanidad, pero sí debería valorar como algo necesario que la completa. La atención y los cuidados complementarios a la asistencia médica son siempre un servicio imprescindible en el doloroso proceso de cualquier enfermedad, tenga en el diagnóstico la gravedad que tenga. Por eso, quizás lo primero que tendríamos que hacer es cuidar y acompañar a las familias, con el estímulo de la fe y la caridad; pues siempre necesitan mucho apoyo, o bien material o bien moral, en los a veces tan largos procesos de acompañamiento de sus familiares enfermos.
La Iglesia está también atenta con el servicio específico que ella puede y debe ofrecer, tanto en una atención parroquial a los enfermos en sus casas, lo que sería como la medicina general o como el médico de familia. Es muy importante que cada parroquia, con la colaboración de voluntarios bien coordinados y acompañados, esté muy atenta y cercana a una atención lo más pronto y eficaz posible a cada enfermo o persona mayor que necesite cercanía y atención. Con una buena organización se puede tener una información, para que sea lo más rápido posible el consuelo y el servicio pastoral de la Iglesia. Es muy importante la prontitud la cercanía, o bien del sacerdote o de aquellos cristianos que tengan encomendada por la comunidad la pastoral del enfermo.
La Iglesia también está presente en los centros sanitarios con un amplio servicio pastoral al enfermo, a las familias a los profesionales católicos que precisen cualquier servicio y, sobre todo, afecto y estímulo. Los obispos, que solemos visitar a tantos enfermos en sus hogares, somos testigos de cómo les fortalece y ayuda la atención humana y espiritual que les ofrecen los capellanes y tantos voluntarios que dedican su tiempo a visitar acompañar y servir a los enfermos. Con su cercanía y con los servicios religiosos que ofrecen, como, por ejemplo, la oración compartida, la Comunión del Cuerpo de Jesucristo o el sacramento de la Unción de Enfermos, les acompañan y estimulan en la enfermedad.
En los hospitales, las personas idóneas a las que se les encomienda ese servicio, están siempre atentas a cualquier llamada, sugerencia o petición que reciban de los enfermos y sus familiares. La Iglesia sabe que tiene que ser como Jesús y por eso procura cuidar con mucho esmero y prontitud el servicio religioso en el ámbito de la enfermedad. Y les puedo asegurar que lo hacen muy bien, aunque en algunas ocasiones puedan encontrar obstáculos de quienes, por las razones que sean, no valoran la atención de las necesidades espirituales de los enfermos; que las tienen y, además, tiene derecho de recibirlas y la Iglesia obligación de dárselas en razón de su fe y de sus creencias religiosas.
En el entorno del enfermo, a veces, nos encontramos con personas que, si bien no son hostiles, si al menos son renuentes a que reciban el consuelo y la fortaleza que pide y necesita la fe del enfermo. A estos les sugeriría que tengan en cuenta la vida de la persona enferma a la que acompañan y que valoren como ha sido su experiencia cristiana; también les pediría que piensen que, en situación de enfermedad, incluso grave y terminal, el enfermo cristiano no suele tener miedo de lo que ofrece la Iglesia en nombre del Señor, sino que por el contrario, lo necesitan como la medicina espiritual que están deseando obtener.
Os cuento lo que me comunicó hace unos días una familia que quería transmitirme un mensaje de alguien muy querido para ellos, que a la hora de la muerte les encomendó que nos lo hicieran llegar al Papa y a mí. Más o menos estas fueron sus palabras: “Digan que soy muy feliz, que gozo de una gran paz, que sé que mi partida hacia la casa del Señor será inminente y, por eso, experimento la alegría de saber que pronto llegará mi encuentro con mi Padre Dios”. En el diálogo que tuve con esta familia pude comprobar que me hablaban de alguien que murió como vivió. Se cumplía en ella lo de San Pablo: “Si vivimos, vivimos para el Señor, si morimos, morimos para el Señor. En la vida y en la muerte somos del Señor” (Rm 14,8). Algunos, sin embargo, no pueden morir como han vivido porque, si no de un modo culpable, al menos sí irresponsablemente, impiden el contacto con el consuelo de Dios en la atención sacramental, proyectando su propio miedo en su familiar enfermo. Con este comportamiento el enfermo no puede morir con la fe y el sentido religioso con que han vivido.
En fin, qué queréis que os diga, mi consejo no es otro que le demos a cada enfermo lo que necesite, que si con alguien tenemos que ser especialmente generosos es con los que viven en esta situación de fragilidad. En lo sanitario tenemos que poner todo nuestro esmero para que a los enfermos no les falte nada de lo que necesiten, y en lo espiritual, a unos hay que ofrecerles todo lo necesario para que pasen ese trance tan difícil con el consuelo de la fe y a otros, para que encuentren la luz de la esperanza, que es incuestionablemente algo que todo ser humano busca y necesita. Y si en ese trance están la Santísima Virgen y su Bendito Esposo San José, tienen la mejor compañía en su enfermedad y para una buena muerte.
Con mi afecto y bendición.
+ Amadeo Rodríguez Magro,
Obispo de Jaén
Queridos diocesanos:
Por medio de estas líneas os invito a participar en la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas. Como bien sabéis, es una oportunidad para abrir nuestros ojos y mirar otras dimensiones de la realidad. Sobre todo despierta la mirada de nuestro corazón hacia otros límites, o como dirá el Papa Francisco a “otras periferias existenciales”. Manos Unidas nos brinda la oportunidad de, a pesar de nuestros problemas cercanos, que son muchos, ampliar el horizonte y así poder colaborar en un proyecto universal: el de los objetivos del milenio.
Este año bajo el lema “COMPARTE LO QUE IMPORTA” Manos Unidas llega al final de un trienio dedicado a la lucha contra el hambre recuperando su impulso fundacional y profundizando sobre el escándalo del hambre, sus causas y posibles soluciones. Nos hace una llamada a buscar el desarrollo integral de los seres humanos en todas sus necesidades porque los reconoce a todos iguales, con la conciencia clara de que todos somos hermanos donde no caben diferencias en los derechos y en las posibilidades. Nos sitúa así en un proyecto que nos recuerda que la igualdad es fraternidad pues todos tenemos un Padre común: nuestro Padre Dios. Esta campaña no sólo nos sitúa en sus objetivos más generales sino que también nos propone tareas concretas con fines concretos y con destinatarios concretos.
A nosotros, los hombres y mujeres de buena voluntad de la Diócesis de Jaén, Manos Unidas nos invitan a promover varios proyectos en La República Democrática del Congo, Mauritania, Egipto, India, Togo y Guatemala. Han sido adjudicados por los distintos Arciprestazgos que configuran nuestro mapa diocesano. Son proyectos destinados al apoyo al desarrollo a comunidades rurales, creación de empleo para zonas desfavorecidas, ampliación de instalaciones y dotación de infraestructuras en escuelas, cobertura educativa para la infancia, y la promoción de la soberanía alimentaria y defensa del territorio indígena. El montante de todos los proyectos que nos han asignado suman más de 300.000 €, y se estima que pueden llegar a beneficiarse más 20.000 personas. Podéis comprobar qué hermoso es el trabajo de Manos Unidas.
No nos piden nuestra cooperación de un modo genérico; al contrario, cada año le adjudican a cada diócesis unos proyectos para que animen a las distintas comunidades parroquiales en su financiación. Se puede decir claramente que conocemos el destino de nuestra solidaridad y que sabemos que va a hacer un gran bien.
Con esos proyectos es como a nosotros se nos invita a colaborar en la realización de un nuevo mundo, en un proyecto común. Ese proyecto sólo lo podemos alcanzar entre todos, contribuyendo cada uno según sus posibilidades. Hemos de creernos, por tanto, que la generosidad se suma y se multiplica porque se produce, como cada año, el milagro de una solidaridad que, quizás aún en pequeños pasos nos va haciendo ver que entre todos podemos hacer un mundo mejor.
Acudamos, pues, con anchura de corazón, a la llamada de Manos Unidas, a compartir, que es lo que importa. Además de pedir nuestra cooperación, nos pide muy especialmente la toma de conciencia de lo mucho que aún nos queda para lograr un mundo nuevo, un proyecto común.
Con todo mi afecto y bendición.
+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Jaén
Carta Pastoral en el año de la Comunión:
‘El sueño misionero está en salida y lo compartimos todos’
Carta Pastoral.- La Religión enriquece la Educación
Queridos diocesanos:
En esta primera carta, con la que me dirijo a toda la Diócesis tras mi incorporación como vuestro obispo, el tema del que quiero hablaros es el de la clase de religión en la escuela.
Aunque es para todos, los destinatarios más interesados en lo que os voy a decir sois todos los que os movéis en torno a la escuela, pero sobre todo los son los padres y madres de familia. Pongo de este modo a la familia, ya desde el comienzo de mi ministerio, en el punto de mira prioritario de mi preocupación pastoral.
Ser familia, como sabéis, es el mayor bien que el ser humano puede poseer después de la vida; de ella deriva lo mejor que recibimos en cualquiera de las épocas de nuestra existencia. La familia pone el amor y, con el, asume sus responsabilidades al ocuparse del desarrollo de todos sus miembros. Una de esas responsabilidades es la preciosa tarea de los padres de educar a los hijos. Se puede muy bien decir que todos somos lo que Dios, la naturaleza y la familia – esa cadena amorosa - han hecho de nosotros. De un modo especial la educación encauza nuestra identidad y dignidad como personas. Ese arte de educar, la familia no lo ejecuta sola, necesita la ayuda de la sociedad y, cuando es creyente, recibe también la ayuda de la Iglesia.
Hay un ámbito educativo que, a medida que crecen los hijos, colabora con la familia en la educación, se trata de la escuela. Ella ofrece a los niños y niñas una educación plena. Eso no significa que desaparezca la responsabilidad de los padres, ellos tienen que estar necesariamente en contacto con la escuela, porque continúan siendo los primeros responsables de la educación de sus hijos. Por eso, ellos tienen el derecho primario de elegir el modelo de educación que quieren, y el estado y las administraciones tienen que tenerlos en cuanta en sus leyes.
Un alto porcentaje de los padres giennenses comprenden muy bien que la religión ha de tener un espacio en la escuela para que la educación sea plena e integral y, por tanto, la religión pueda hacer su imprescindible aportación en la educación. Esos padres son conscientes de que todo ser humano tiene derecho a cultivar su dimensión trascendente. Por eso, el saber religioso no puede estar ausente de los otros saberes que se ofrecen en la escuela. La religión le da armonía y horizonte a lo que la escuela ofrece.
Queridos padres, no hace falta que a vosotros os diga todo lo que significa la clase de religión para vuestros hijos y todo el bien que les hace. Como muy sabéis es necesaria para su desarrollo como personas. La clase de religión nunca es un estorbo; al contrario, de no estar en la escuela, a la educación le faltaría algo esencial. La religión es un aporte enriquecedor de todo aquello que deseáis para vuestros hijos e hijas.
Pues bien, por todas estas razones, que estoy seguro valoráis, me vais a permitir que os anime de todo corazón a apuntar a vuestros hijos a la clase de religión.
Tomad la iniciativa, id a los colegios y manifestad lo que queréis y, si os preguntan, dad la razón por la que habéis hecho esta opción. Recordad que cuando se apunta a los hijos a la clase de religión se pide algo importante para su educación: que se cultive la cultura cristiana desde la que ellos y vosotros vivís vuestra fe; pues, de lo contrario, el hecho religioso quedaría al margen de los conocimientos y saberes de los niños y jóvenes y dejaría de estar integrado con los otros saberes, con las otras dimensiones del saber.
Además, eso sería para ellos y para la sociedad un grave perjuicio social: si los niños no estudian religión en la escuela se va destruyendo poco a poco la cultura cristiana y, por tanto, se deteriora la identidad de la persona y de los pueblos.
Convencido de que entendéis lo que os estoy pidiendo y las razones que hay para ellos, os agradezco de corazón que acojáis la palabra de vuestro obispo y apuntéis a vuestros hijos e hijas a la clase de religión.
Con mi afecto y bendición.
+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Jaén
CARTA PASTORAL.- Bienvenido D. Amadeo
Querido amigo:
1.Llegas a una Iglesia y a unas tierras generosas, que han pisado miles de generaciones de cristianos, desde los primeros siglos. Te encontrarás con personas trabajadoras y recias que saben mucho de paciencia y fidelidad, cristianos que viven con sencillez su vocación y saben sellar, inmersos en su larga historia de siglos, su fidelidad a Cristo y a su Evangelio, incluso con su sangre.
Cuando recorras este “mar de olivos” te encontrarás con sorpresas en cada rincón: una sencilla y, al mismo tiempo, profunda piedad popular. Sus raíces eucarísticas y marianas en cada comunidad parroquial. Es una Iglesia abierta a la universalidad como lo indica, de forma palpable, su generosa colaboración personal y material a favor del mundo de la misión, de la caridad, y del hambre en el mundo…
2. Nunca estarás solo. Encontrarás buenos sacerdotes que van por delante del rebaño, entregando su vida, como Jesucristo, a favor de su pueblo, iconos de misericordia. Personas consagradas, orantes a todas horas y por todos,
Queda mucho por hacer y el momento es el que es. Se deja sentir la fuerza secularizadora, pero, lejos de llevarte al pesimismo, piensa en los viejos olivos, rejuvenecen con fuerza y rapidez con la poda. Aunque sean otras las apariencias, sus raíces son robustas y llenas de vida.
4. Seguimos pidiendo ante el Señor y a nuestra Madre del cielo tu presencia entre nosotros. D. Amadeo: le esperamos.llenas de la sed de Dios, servidoras de los más necesitados, educadoras de nuevas generaciones de cristianos. Matrimonios y familias, muchas, que viven el amor humano elevado a la dignidad de Sacramento, con vocación de santidad. Un laicado empeñado en ir construyendo la sociedad con valores evangélicos, con transformar el orden temporal conforme a la doctrina social de la Iglesia, en respetar y defender la creación, salvaguardar la naturaleza y cuidar la vida humana. Personas mayores que recorren el último tramo de su vida, preparándose serenamente a recibir el abrazo esperado y definitivo de Dios Padre, lleno de ternura y misericordia.
3. Aquí han trabajado muchos brazos antes que nosotros. Conozco tu entrega y sé que están aseguradas nuevas y fecundas sementeras. Es cierto, como se dice por aquí, que son “buena gente” y te esperan con los brazos abiertos para seguir sembrando.
Encontrarás una gran ilusión “por hacerse buenos cristianos” en miles de niños, adolescentes y jóvenes. Es tu fuerte y les llevarás muy lejos, asegurando en esta Iglesia una savia nueva de futuro. Ánimo, porque te esperan. Todos te esperamos.
Con afecto en el Señor.
+ Ramón del Hoyo López
Obispo Adm. Apostólico
CARTA PASTORAL.- Corpus Día Nacional de Caridad
Querido fieles diocesanos:
1. La fiesta del Corpus Christi nos remonta al clima espiritual del Jueves Santo, el día en que Cristo, en la víspera de su pasión, instituyó en el Cenáculo la Santísima Eucaristía. Mientras en aquella tarde se revive el misterio de Cristo que se entrega a nosotros en el pan y en el vino, en la celebración de esta Fiesta del Corpus, este mismo misterio se nos presenta para la adoración y la meditación del Pueblo de Dios.
El Santísimo Sacramento se lleva en procesión por las calles de nuestras ciudades, pueblos y aldeas, para manifestar que Cristo resucitado camina con nosotros, en medio de nosotros, nos alimenta y nos conduce hacia el reino de los cielos. Todos podemos así encontrarnos con Jesús que pasa a nuestro lado, como acontecía en los caminos de Galilea, Samaría y Judea. Nos cura y nos renueva por la fuerza de su amor. Nos dirá, desde la Custodia: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap. 3,20).
2. Coincide con esta fiesta del Corpus el Día Nacional de la Caridad, y es que, en torno al este Sacramento del Amor, el ser humano se siente acogido incondicionalmente por Dios, y esa sensación abre nuestro interior para acoger también a todos nuestros hermanos.
La Eucaristía fuente de amor que crea en nosotros el talante con que actuó Jesús a lo largo de su vida. Acogió a los rechazados de entonces: publicanos, leprosos, adúlteras, samaritanos, extranjeros, identificándose con ellos desde un corazón lleno de misericordia.
En la Comunión y ante la Eucaristía sus discípulos nos unimos a Jesucristo de tal forma que bien podemos decir con San Pablo: “Es Cristo quien vive en mí”.
Por ello, junto a Él, llenos de su mismo amor, miramos a nuestro mundo con sus ojos. Y estos se fijan en los exiliados, refugiados, emigrantes, los sin hogar, los menores y ancianos con problemas, hambrientos en el tercer mundo…
Jesús nos invita y nos dice en el momento de la Comunión y desde la Custodia en este día: “anda y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37)., haz el bien.
3. Amigos: somos responsables de lo que hemos recibido. Cristo desde la Eucaristía, nos urge a ser solidarios con el necesitado, dejando aparte su color, su raza, mirando sólo sus pobrezas. Mientras le llevamos por las calles y plazas, nos va mostrando en el corazón las llagas doloridas de la familia humana, y nos dice: amaos como yo os he amado. Dad como yo he dado.
Pongamos en manos de Cáritas nuestra ayuda para que distribuya, pero el amor cristiano no se agota con desprendernos de unos euros; es, sobre todo, acercarnos al que se queja y aportar nuestro bálsamo de amor sincero, de igual a igual, como hijos que somos todos del mismo Padre misericordioso.
Hacemos nuestro el lema de Cáritas para todo este año: “Practica la Justicia. Deja tu huella”.
Con mi afecto y agradecimiento en el Señor.
19 de Mayo de 2016
Ramón del Hoyo López
Obispo Adm. Apostólico
SALUDA DEL OBISPO ELECTO DE JAÉN
Queridos diocesanos de Jaén:
1. “Gracia y Paz a vosotros de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (1 Cor 1,3). En el nombre del Señor os saludo, me presento y comparto con vosotros mis sentimientos en esta hora de mi vida. Desde que conocí la noticia de que Su Santidad el Papa Francisco me ha nombrado obispo de esa querida Diócesis de Jaén, no he dejado de darle gracias a Dios, aunque también me ha escuchado algún reproche, por el afecto que le tengo a mis diocesanos placentinos. Pero, aunque siento dejar la Diócesis de Plasencia, en la que he sido tan feliz, me vais a permitir que os diga que conservo muy fresca mi capacidad para ilusionarme y para ponerme enseguida a mirar con profundo cariño hacia los que, a partir de hoy, vais a ser mis diocesanos.
2. De momento os puedo decir que me gustan vuestras ciudades y vuestros pueblos, vuestros monumentos e instituciones, vuestras devociones y tradiciones. Me parece muy bello el paisaje de Jaén y me siento especialmente a gusto entre olivos, porque es el color que mantengo en la retina desde mi infancia; nací y crecí a la vera de la olivarera Sierra de Alor, en el territorio de la casi binacional Olivenza, en la pequeña y entrañable aldea de San Jorge de Alor. A partir de ahora espero tener tiempo para que se grabe profundamente en mi vida la tierra que contemplo como la definitiva en mi recorrido pastoral. Os puedo asegurar que no me es nada difícil querer el lugar al que soy enviado.
3. Pero sé que nada de lo que hasta ahora conozco de Jaén es suficiente; me falta el rostro y el corazón de cada uno de vosotros, de los hombres y mujeres de la tierra a la que iré para ser vuestro obispo. A todos deseo conoceros y a todos quiero serviros. Procuraré que mi servicio pastoral tenga la impronta del trato personal. Será sirviéndoos día a día como espero ser fiel a lo que ahora siento y deseo para mi ministerio episcopal, que no es otra cosa que estar a disposición de todos, dedicándome especialmente a los más heridos en sus vidas. Quiero ser un obispo para todos: pero si alguien me ha de acaparar han de ser los más sencillos, los más débiles y necesitados.
4. Soy consciente de que no estaré solo en mis empeños. Me consta que voy a una Iglesia que tiene un proyecto, que lleva en su camino un ritmo misionero y que lo hace todo en comunión corresponsable. Yo me sumaré a vuestra experiencia: al Obispo se le encomienda caminar con su grey con la responsabilidad apostólica que el Señor le encomienda. Así se lo he dicho al Papa Francisco, al que le he agradecido que haya pensado en mí para serviros a vosotros.
5. Espero hacer mi tarea con la misma entrega, ilusión, fuerza y acierto con que lo ha hecho mi querido hermano Mons. Don Ramón del Hoyo, el que hasta ahora ha sido vuestro Obispo y Pastor. Considero una verdadera gracia del Señor sustituirle en su servicio pastoral; estoy convencido de que me incorporaré a un camino bien allanado por su continuo, fiel y cercano recorrido por la geografía espiritual de esa Iglesia de Jaén. Querido Don Ramón, desde nuestra sólida amistad, le saludo con especial afecto, del mismo modo que saludo también a mi querido amigo y hermano Mons. Antonio Ceballos, obispo emérito de Cádiz y Ceuta. Y no quiero dejar de recordar a mis hermanos los obispos de Andalucía y de un modo especial a los de la Provincia Eclesiástica de Granada: al Señor Arzobispo de Granada y a los señores obispos de Almería, Málaga, Murcia, y Guadix.
6. Aunque por el tono en que me estoy dirigiendo a vosotros os pudiera parecer que no muestro ninguna inquietud o temor ante mi nuevo destino, nada más lejos de la realidad. Os confieso que, a pesar de mi experiencia de más de doce años en el ministerio episcopal, me siento débil y me encuentro con la incertidumbre de quien inicia una nueva andadura en su vida. Confío, sin embargo, en vosotros y en vuestra mucha capacidad para acoger y querer. Si me lo permitís, os pido dos cosas que, si me las concedéis, me ayudarán a ser pronto uno más entre vosotros. La primera es que me acojáis con cariño, al que espero responder enseguida, porque ya os lo tengo. También os pido que recéis mucho por mí, que en vuestras oración personal y comunitaria no dejéis de poner en el corazón de Dios a vuestro nuevo obispo Amadeo. La sintonía de la oración será la que más verdad y hondura le ponga a la unidad que tiene que haber entre el obispo y el pueblo con el que camina como cristiano y pastor.
7. Por mi parte, os ofrezco mi vida y me pongo a disposición de cuantos sois la Iglesia del Señor en Jaén. Haré cuanto pueda por acompañaros a todos. A los sacerdotes os manifiesto mi especial afecto. Desde ahora ya os digo que llevo el propósito de dedicaros lo mejor de mi mismo. Sin la comunión con mi presbiterio, mi ministerio episcopal no tendría la proyección misionera que la Iglesia “en salida” a la que quiero servir le puede dar. Con los diáconos compartiré cercanía y, sobre todo, el testimonio de vuestro servicio. Necesito la gracia y la fuerza de los carismas con que enriquece la vida consagrada a la Iglesia diocesana. Los considero imprescindibles para nuestra comunión eclesial y para nuestra vida pastoral; valoro la riqueza de vuestros servicios en la Iglesia y en la sociedad. Cuento muy especialmente con nuestras comunidades contemplativas, en los veinte monasterios que le ofrecen su plegaria constante al Señor en nuestra diócesis. Necesito la riqueza de los movimientos y otras instituciones para llegar a personas, situaciones y ambientes en una renovada pastoral evangelizadora.
8.Considero imprescindible la madurez cristiana y apostólica de nuestras comunidades parroquiales, en las que se asienta nuestra vida cristiana y nuestra pertenencia a la Iglesia. Es en ellas en las que nacen, crecen y viven en la fe nuestros adultos, jóvenes y niños. En ellas estáis las familias, los enfermos, los pobres, los parados, los que no tienen hogar, los inmigrantes… Las parroquias son la Iglesia de proximidad que acoge y pone misericordia a cuantos sufren en su cuerpo y en su alma. Por eso saludo a los Consejos parroquiales de pastoral, que representan a todos cuantos sirven en cualquiera de las acciones que la Iglesia ofrece en su tarea misionera: a los catequistas, a los animadores de la liturgia, a los grupos de formación y oración, a los voluntarios de cáritas, a los animadores de la acción evangelizadora, visitadores de enfermos, a las Hermandades y Cofradías y a cuantos cuidan la piedad popular etc. A todos, sea cual sea vuestro servicio en las comunidades, os quiero enviar mi afectuoso saludo.
9. Voy a Jaén como obispo de cuantos se sienten miembros de la Iglesia Católica, pero me ofrezco a todos sea cual sea vuestra relación con Jesucristo y con la Iglesia. Siempre encontraréis en mí un interlocutor cercano. No le quiero poner ningún límite a mi servicio y mi entrega. Voy también a vivir con vosotros como un ciudadano que se quiere integrar cuanto antes en la cultura y el ambiente social que fluye entre los andaluces de Jaén. Os prometo que este obispo, que ha procurado ser un buen extremeño, hará todo lo que de él dependa para ser cuanto antes un buen andaluz y un buen jiennense.
10. Saludo con respeto y deferencia a las autoridades regionales y locales, a las instituciones políticas, judiciales, académicas, militares y sindicales, así como a las asociaciones que enriquecen la sociedad jiennense. Dirijo mi saludo a los diversos Medios de Comunicación de Andalucía y, en especial, a los de Jaén.
11. No me olvido de aquellos que, desde el primer día, van a colaborar conmigo en el servicio pastoral de la Diócesis: el Señor Vicario General, el Vicario Judicial, el Cabildo de las Catedrales de Jaén y Baeza, los consejos, vicarías, delegaciones, secretariados, personal de Curia, etc. Y ahora me dirijo con especial cariño al Seminario. Si os he dejado para este momento de mi carta, es porque tras haberme dirigido a todos los diocesanos en sus comunidades e instituciones, desde vosotros, corazón de la diócesis, procuraré proyectar todo mi afecto a la Iglesia diocesana de Jaén. Con vosotros miraré siempre al futuro y espero que la familia del seminario crezca con muchos jóvenes que se ilusionen con servir a la fe de sus hermanos en un mundo que necesita jóvenes apasionados con Cristo y dispuestos a acompañar con pasión a la gente en sus heridas y en sus esperanzas.
12. Me pongo bajo la protección de la Santísima Virgen de la Cabeza, de San Eufrasio y de todos los santos y santas que nacieron o vivieron en la Iglesia que camina en Jaén. Espero conoceros pronto a todos, para compartir ilusiones, esperanzas, proyectos y, si llegan, también penas y problemas. Esperadme también vosotros y acompañadme con la oración. Quiero llegar a Jaén como peregrino y entrar por la Puerta Santa de la Misericordia, besar el Santo Rostro y pedirle humildemente que se grabe profundamente en mí, para que yo os vea siempre a todos en el rostro de Cristo con un corazón misericordioso como el del Padre. Un saludo y un abrazo para todos.
+Amadeo Rodríguez Magro
Carta Pastora.- Adios, Amigos
Queridos fieles diocesanos:
1. ¡Qué bonita es la amistad! Hasta Jesús, a sus colaboradores muy cercanos, los Apóstoles, les llamó “amigos”. Y, por eso, con ellos compartió los más íntimos asuntos y les desveló los proyectos más trascendentales.
Adiós, amigos. Con vosotros he compartido en estos años, casi once, la tarea de acompañar a los cristianos de estas queridas tierras y convivir feliz con todos. He tenido tiempo para visitar todas las parroquias, colegios, asociaciones, residencias… juntos hemos orado y hemos planificado la acción pastoral, juntos hemos gozado de las fiestas y en tantas celebraciones, juntos hemos llorado, desde el corazón, las desgracias y la muerte de seres queridos.
2. El servidor del Evangelio sabe, desde el principio de su misión sin embargo, que no tiene lugar permanente. Siempre está dispuesto para acudir a dónde pueda hacer el bien. Su meta es desgranar sus días siguiendo la estela que le marque el Señor.
También sabe que llegará un momento en que las fuerzas no le van a acompañar. Que llega el tiempo de apartarse del trabajo e ir al descanso, o aceptar tareas más acordes con la edad avanzada.
No obstante, toda nuestra vida es del Señor. Como lámparas encendidas queremos arder e iluminar siempre. En un cierto momento de la historia, esta lámpara de contentará con dar luz en un pequeño rincón. Pero, siempre será luz para caminantes.
3. Mirando hacia atrás, ¡cuántas gracias debo dar al Señor! También por la compañía de quienes me ayudaron en circunstancias diversas, en los distintos momentos de mi paso por estas queridas tierras de Jaén. Sin esas ayudas, mi vida no hubiera sido nada, sólo una pequeña semilla con aspiraciones de crecer. Gracias por tantos que habéis colaborado conmigo, para que la semilla haya crecido.
Pienso en todo lo que pude hacer y no lo hice, o no lo hice bien. ¡Perdón!. Pienso, así mismo, en lo que logramos juntos desde el amor y el entusiasmo. Todo fue obra de muchos y la fuerza nos llegó del Señor. Gracias a todos.
4. Pido a Dios que mire con ojos misericordiosos de Padre a este caminante que deja el relevo, que recibió de D. Santiago, en manos de otro sucesor de los Apóstoles: D. Amadeo.
Dame tu abrazo de Padre y ayúdame a seguir viviendo al lado de tu Hijo Jesucristo, hasta el final del camino. Que la Santísima Virgen de la Cabeza y San Eufrasio me ayuden a leer y seguir siempre la voz del Espíritu Santo.
Con mi saludo, más agradecido que nunca, adiós.
14 de Mayo de 2016
+ Ramón del Hoyo López
Obispo Adm. Apostólico
A las puertas del Sínodo de los Obispos
Sirvió a los pobres, por amor a Jesucristo
Por los Refugiados y Migrantes
Carta Pastoral.- Mes del Rosario 2015
La Familia en el Nuevo Curso Pastoral
CARTA PASTORAL.- CUARESMA Y PASCUA 2015
Queridos fieles diocesanos:
En el día del Miércoles de Ceniza, 18 de febrero, pongo en vuestras manos unas breves reflexiones sobre los grandes misterios de nuestra fe que anualmente preparamos y celebramos los cristianos.
1. Ha llegado el tiempo cuaresmal. La liturgia de la Iglesia nos presenta el recorrido de estos cuarenta días como un retiro ininterrumpido de toda la comunidad cristiana, junto con Jesucristo, en el desierto.
Es tiempo de conversión para unirnos y vivir de forma nueva el misterio pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo Jesús. Tiempo para sembrar en abundancia la Palabra de Dios en nuestros corazones, fijar nuestros ojos en Nuestro Señor Jesucristo, orar con Él y socorrer a los hermanos necesitados con nuestras limosnas.
Esta visión del nuevo Pueblo de Dios en marcha hacia la Pascua, no deja de ser un espectáculo desconcertante para personas de nuestro entorno. El Concilio Vaticano II nos enseña y recuerda: “Por el Bautismo los hombres son injertados en el misterio pascual de Jesucristo; mueren con Él, son sepultados con Él y resucitan con Él” (SC, 6).
2. La alegría de la Pascua: Este término significa etimológicamente “tránsito”. Es el “paso” de Cristo desde su vida mortal a la vida gloriosa, a través de su Muerte y Resurrección.
Reflexionemos desde el silencio, en este tiempo, que el Señor Jesús con su muertedestruyó nuestra muerte, al ofrecer su vida voluntariamente a Dios Padre para reparar la ofensa de la humanidad y satisfacer por ella. En su Resurrección se convirtió en Autor de la nueva vida. Es el nuevo Adán que restauró del pecado del Paraíso (cf. Gn 3, 1-24).
Cristo, levantado sobre la tierra en la Cruz, atrajo hacia sí a toda la humanidad por su Resurrección (cf. Jn 12, 32).
3. Es tiempo para Dios, para ti y para mí. Dios se nos presenta, en nuestro camino actual y concreto, como amigo que quiere compartir su vida con nosotros. Quiere abriros su corazón. Mira, nos dice a cada uno, subo a Jerusalén, mi último viaje. Allí los enemigos me esperan para prenderme y arrebatarme la vida. Y, nos pregunta: ¿Quieres compartir conmigo estas jornadas?, ¿Cómo?. La respuesta es personal, pero de ella depende nuestra preparación y vivencia para la celebración pascual de este año.
Es tiempo para ti y para mí. Con frecuencia detenemos nuestro pensamiento en noticias, en sucesos, en proyectos, viajes… y podemos incurrir en el error de olvidarnos de nosotros, no dedicar tiempo para pensar en el hijo que soy de Dios, que es mi Padre, que me mira con misericordia, me escucha y me espera. No me queda tiempo para oír en silencio la respuesta de Dios a mis plegarias que más de una vez son un monólogo siendo así que el Señor está cerca, junto a mí.
No me importa apenas la situación en que viven otros hermanos.
4. Es precisamente sobre esta indiferencia hacia los demás, en donde se fija el Santo Padre, el Papa Francisco, en el Mensaje Cuaresmal para este año.
Comenta el Papa: “Ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás… no nos interesan sus problemas y sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia".
Dios, sin embargo, no es indiferente al mundo, ni a nuestras vidas, escribe el Santo Padre,“sino que nos ama hasta el punto de dar a su Hijo por la situación de cada hombre”, “por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan”.
El Dios misericordioso que, durante estas semanas, se acerca a cada uno de nosotros y a la comunidad eclesial, que conoce nuestras enfermedades y nos proporciona la medicina espera rompamos nuestra indiferencia, porque “si un miembro sufre, todos sufren con él” (1 Cor 12, 26)
Este es el camino que nos señala el Papa para fortalecer nuestros corazones (cf. Sant 5, 8) durante la Cuaresma: Tiempo de misericordia, tiempo de salvación.
Con mi saludo y bendición
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén
CARTA PASTORAL.- MANOS UNIDAS Y LA POBREZA
Queridos fieles diocesanos:
1. El próximo día 6 de febrero, viernes, celebraremos el día del ayuno voluntario y, el Domingo día 8, la Jornada anual de Manos Unidas.
Esta asociación católica lleva trabajando hace ya cincuenta y seis años para erradicar tres hambres que afligen al mundo: el hambre de pan, de cultura y de Dios. Un compromiso generoso y solidario que, año tras año, llama a nuestra puerta con iniciativas concretas, que se actualizan y renuevan sin cesar.
Sus frutos sólo Dios los conoce pero a la vista están la financiación de proyectos a favor del desarrollo agrícola, sanitario, educativo, social y de promoción de la mujer, entre otros. Son respuestas que van dirigidas, sobre todo, a eliminar las causas estructurales del hambre, bajo un denominador común inspirado en el Evangelio de las Bienaventuranzas.
2. La campaña de este año lleva como lema: “Luchemos contra la pobreza, ¿te apuntas?”.
Frente a la pobreza de tantas personas, cerca y lejos de nosotros, sentimos una especie de necesidad ineludible de mejorar estructuras y condiciones que permitan a todos llevar una vida digna. Pero no hemos de olvidar que el ser humano no es un simple producto de las condiciones materiales y sociales en que se desenvuelve. Necesita más que el pan material. Anhela a Dios en lo más íntimo de su corazón. Ese amor debe envolver nuestra generosidad.
En su visión de las Bienaventuranzas el Evangelista san Lucas (cf. Lc 6, 20-26), al proclamar “bienaventurados a los pobres" se refiere, sin duda, a la gente realmente pobre entonces en Israel, donde existía una vergonzosa diferencia entre pobres y ricos. Sin embargo, san Mateo, en su visión asimismo de las Bienaventuranzas (cf. Mt 6, 1-4), añade, que la sola pobreza material, como tal, no garantiza la cercanía de Dios, una vez superada. Un corazón pobre puede estar lleno de afán de riqueza. Lo que la Sagrada Escritura nos enseña, en cualquier caso, es la cercanía especial de Dios al pobre y que, el discípulo de Jesús, debe ver en los bienes materiales un instrumento en sus manos para seguir a su Maestro de modo radical en su generosidad, hasta ver su rostro encarnado en el pobre.
3. En los materiales que Manos Unidas pone en nuestras manos para la presente campaña, nos invita a profundizar en los siguientes contenidos, siguiendo las orientaciones del Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium: Primerear, esto es, salir al encuentro del necesitado y excluido; involucrarnos, achicando distancias; acompañar en cualquier proceso de pobreza, por duro y prolongado que sea; fructificar o dar frutos de algo nuevo, aunque sea inacabado, y festejar o alegrarnos por cada paso positivo que demos en este campo.
Aún tenemos muy recientes las imágenes de Jesús Niño, en Belén, que vino a nosotros por el camino de la pobreza. Lo que los pastores vieron y encontraron fue al Niño Dios y Hombre recién nacido en un establo y envuelto en pañales en un pesebre. Así quiso nacer, así vivió y así quiso morir. El amor le hizo pobre y su amor nos hace solidarios con todos los pobres.
4. Escuchamos este clamor en muchos lugares de la tierra, con Jesús pobre. Él sufre con los pobres y las familias que no viven conforme a su dignidad. Estas pobrezas ofenden a la justicia y a la igualdad, lo que siempre es una amenaza constante para la convivencia pacífica.
Cuando el apóstol san Pablo afirma que Jesucristo nos ha enriquecido con su pobreza (cf. 2Cor 8,9) nos indica que el servicio de los cristianos a la caridad y solidaridad es nuestra respuesta al Cristo encarnado en la humanidad.
Desde estas breves líneas invito a todos los fieles diocesanos y a los hombres y mujeres de buena voluntad que conviven con nosotros, a apoyar con nuestro estímulo y generosidad la labor bien coordinada y transparente de Manos Unidas en su lucha contra la pobreza y el hambre en el mundo, en defensa de la dignidad de todos los seres humanos.
Mi saludo agradecido en el Señor.
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén
CARTA PASTORAL.- Bicentenario de San Juan Bosco
CARTA PASTORAL.- JORNADA DE LA SAGRADA FAMILIA
Queridos
fieles diocesanos:
1.
Nunca nos cansamos de repetir que la familia, fundada en el
matrimonio entre el hombre y la mujer, es la célula originaria de la
sociedad. Que en la familia es donde los hijos aprenden valores
humanos y cristianos que permiten una convivencia constructiva y
pacífica. En la familia se aprende la acogida al otro, el respeto y
perdón a los demás, se experimenta el afecto entre los padres y los
hermanos, se descubre lo que es de verdad el amor, y se aprende a
amar.
Es
lógico que la Iglesia proteja y defienda a la familia como un bien,
como proyecto querido por el Señor para el desarrollo de la persona
y propagación de la especie humana. Así aparece en la Revelación
de Dios (Cf. Gn. 2, 24). La propia Iglesia se edifica en base al
conjunto de familias, “Iglesias domésticas”.
2 .
La historia nos enseña que el eclipse de Dios y la difusión de
ideas contrarias a la familia y la misma degradación de la ética
sexual, guardan una relación directa entre sí.
Otro
tanto podemos afirmar de la relación que guarda la crisis de la
familia con la evangelización. La familia, fundada sobre el
sacramento del Matrimonio, es “comunidad
salvada y salvadora, evangelizada y evangelizadora".
El
Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización del
año 2012, la Exhortación Apostólica sobre la Alegría del
Evangelio, del Papa Francisco en el año 2013 y el Sínodo de este
año y del próximo sobre la Familia, son acontecimientos que nos
hablan por sí solos de la estrecha relación que aprecia la Iglesia
entre familia y evangelización en el momento presente.
3.
El lema de esta Jornada: “La
alegría del evangelio de la familia”
hace referencia a cómo evangelizar y cómo anunciar el evangelio de
la familia, a cómo dar a conocer el amor verdadero y el origen de
este amor, en el misterio de Dios, que luego se hace realidad en el
amor esponsal.
En
el Plan Diocesano de pastoral nos hemos propuesto, asimismo, contar
con las familias en esta urgente tarea de evangelización. Incluso se
ha elaborado y puesto a disposición de las familias un itinerario
posible para ayudar a sus hijos de 0 a 6 años, en su despertar
religioso. Pero no puede quedarse reducida únicamente a esas edades
y delegar en adelante a sacerdotes y catequistas y maestros, como si
educación cristiana perteneciera a especialistas.
La
familia nunca pierde su protagonismo en la educación de la de fe de
los hijos y tiene, además, una conciencia clara de que lo hace, como
tarea eclesial, en nombre de la comunidad, pues es la Iglesia la que
nos entrega la fe en que hemos de creer. El cristiano, en efecto,
recibe la fe de Dios en la Iglesia y, con esta mirada eclesial, es
como deben estructurarse las catequesis, con el fin de que la familia
y parroquia caminen estrechamente unidas.
4.
A lo largo de unos meses la Iglesia nos ofrecerá, para nuestra
reflexión y propuestas las proposiciones que se someterán a estudio
en el Sínodo ordinario sobre la familia, que se celebrará en Roma
el próximo mes de octubre. Este trabajo nos
enriquecerá a todos y ya adelanto mi invitación a Parroquias,
grupos y asociaciones que recibirán próximamente.
Ruego,
sobre todo, a los sacerdotes, la preparación y celebración de esta
Jornada en el Domingo de la Sagrada Familia, al tiempo que
agradecemos a la Delegación diocesana sus trabajos y apoyo a la
familia.
Ponemos
en manos de la Sagrada Familia de Nazaret estas propuestas y deseos
para que nos animen y bendigan.
Con
mi saludo agradecido en el Señor.
Ramón
del Hoyo López
Obispo
de Jaén
Carta Pastoral.- Navidad, Fiesta de la Alegría
Queridos fieles diocesanos:
1. En la liturgia de este tiempo oímos repetidas veces la palabra “HOY”.
Este “hoy” quiere significar que lo que celebramos en estos días, tan
singulares y alegres durante el año, no es un aniversario o un acontecimiento
del pasado, sino la presencia y cercanía, en nuestras vidas, de Dios que se
hace Niño y nos trae la salvación. En Navidad nuestra respuesta primera es el
agradecimiento, al poder comprobar cómo actúa Dios en la historia. De esa
verdad brota y nace la alegría al poder contemplar el rostro de Dios en la
humildad del Niño. Su amor se hace tan cercano a nosotros que hasta se puede
tocar.
2. Una imagen que se repite asimismo en los textos bíblicos y litúrgicos de
estos días santos es la de la “LUZ”. En la noche del nacimiento de Jesús el
Evangelista san Lucas señala que: “La
gloria del Señor los envolvió de su luz” (Lc 2, 9) a los pastores. Y, en el
primer prefacio de Navidad, se proclama: “Porque
gracias al misterio de la Palabra hecha carne, la luz de tu gloria brilló ante
nuestros ojos con nuevo resplandor”.
El nombre de Jesús significa: “DIOS SALVA”, esto
es, nos libra de las esclavitudes que nos oprimen. El Niño Dios, Hijo de la
Virgen María, ha venido a este mundo para traernos la salvación. Dio no se ha
encerrado en el cielo, sino que sale al encuentro de los seres humanos. Entra
en nuestro espacio, en nuestro tiempo, en nuestra historia.
3. Fueron unas personas sencillas quienes acertaron a ver al Mesías y acogerlo
en sus vidas. Los pastores cercanos a Belén hicieron caso al anuncio de los
ángeles y fueron hasta el Portal. Allí encontraron al Niño recostado en un
pesebre (cf. Lc 2, 8-28). Los importantes de Jerusalén, en cambio, ni se
enteraron o no quisieron enterarse. Aquella noche comenzaron ya a cumplirse las
Bienaventuranzas. Nos cuesta entrar o acercarnos al mundo de Dios. Sólo desde la humildad y sencillez de
corazón seremos capaces de hacerlo; reconozcamos y acojamos, como los
pastores, al Niño Dios, para que nazca en nuestra vida, la ilumine y transforme
con su presencia. Él es el médico, nosotros los necesitados de su salvación.
4. En el Año jubilar de Santa Teresa de Jesús y de la Vida Consagrada, les
rogamos que, desde la sencillez y alegría en sus celebraciones navideñas, oren
por los fieles diocesanos.
Nos preocupan y estaremos también muy cerca de quienes su Navidad es
distinta de la mayoría: inmigrantes, personas sin trabajo, enfermas,
marginadas. Sabemos que son los predilectos del Señor. El Niño Dios nos invita
a mirar a estos rostros de su presencia, no con sólo buenos deseos sino con
hechos y obras de verdad.
Caminamos en la luz y nos salva el misterio de la
Navidad sólo cuando nuestro corazón permanece abierto para los demás (cf. 1Jn
2, 11). “¡Gloria a Dios en el cielo, y en
la tierra paz a los hombres de buena voluntad!” (Lc 2, 14).
¡Feliz Navidad para todos los giennenses!
+Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén
Carta Pastoral.- Colabora con Cáritas. ¡Es Navidad!
1.
En medio de esta sociedad consumista en que nos corresponde vivir, el
cristiano se acerca al Nacimiento del Niño Dios para contemplar el
misterio incomprensible de su amor a favor de todos los seres
humanos. En los ojos del Niño
se refleja la pobreza de aquella Sagrada Familia y podemos ver en
ellos otros muchos ojos que nos miran de cerca y de lejos en sus
pobrezas.
Una leyenda eslava
refiere que cierto día un monje oyó una voz que le decía: “Cruza
el valle y, a la puesta del sol encontrarás a Dios en la montaña”.
Hizo presuroso el camino y, con el afán de llegar a tiempo, desoyó
los gritos de un enfermo en su largo recorrido. Llegó a la montaña
pero no encontró a Dios. Le había gritado en el valle pero no le
había escuchado. Regresó de inmediato pero ya no estaba. No terminamos de
convencernos sobre las palabras del Niño Dios nacido en Belén que
pronunció, durante su vida pública, en las Bienaventuranzas: “Tuve
hambre y me disteis de comer… tuve sed y me disteis de beber..
conmigo lo hicisteis”
(Lc 6, 20-26).
2.
Cáritas, sus muchos colaboradores y voluntarios, sí conocen y viven
este mensaje. Dan, reciben y distribuyen con amor cristiano a cuantos
están necesitados ¡de tantas cosas!. Como cristianos aciertan a
descubrir las huellas de Dios en sus rostros, sean creyentes o no,
católicos o no, porque saben muy bien que a todos les quiere el
Señor.
El Dios Altísimo, que se despojó de su rango por nosotros, nos invita, hecho Niño, a vivir pobres con los pobres, para hacernos partícipes de otras riquezas que no perecen.
“Nadie debería
decir, escribe
el Papa Francisco,
que se mantiene lejos de
los pobres porque sus opciones de vida implican prestar más atención
a otros asuntos… nadie puede sentirse exceptuado de la preocupación
por los pobres y por la justicia social”
(Evangelii
gaudium,
201).
3.
Dios se hace Niño para salvarnos. Nos quiere, nos ama y nos ayuda.
Siempre podemos reanudar el camino, si estamos parados o desviados
del mismo. ¡Siempre adelante!, nos dice e invita. Esta es la Navidad
cristiana que llena de ilusión y alegrías verdaderas a quienes
deciden buscarle a Dios, no sólo en el Portal, sino también en los
pobres, en el Sagrario, en el hogar.
Si Cristo no nace en
nuestro corazón, en definitiva, sería inútil su Nacimiento.
Con mi saludo
agradecido. ¡Feliz Navidad!.
+Ramón
del Hoyo López
Obispo
de Jaén
Ramón
del Hoyo López
Obispo
de Jaén
El Dios Altísimo, que se despojó de su rango por nosotros, nos invita, hecho Niño, a vivir pobres con los pobres, para hacernos partícipes de otras riquezas que no perecen.
CARTA PASTORAL.- Día de la Iglesia Diocesana 2014
CARTA PASTORAL.- Recordamos a quienes nos dejaron
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CARTA PASTORAL.- Beatificación de Pablo VI
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CARTA PASTORAL.- Día Domund 2014
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CARTA PASTORAL.- Año Jubilar de Santa Teresa de Jesús
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CARTA PASTORAL.- Nuevo Catecismo "Testigos del Señor"
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ANEXO.- Carta Pastoral Nuevo Catecismo Testigos del Señor
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