Cuando empezamos a pensar en las vacaciones se nos puede venir a la cabeza; descanso, paz, tranquilidad, armonía, playa, montaña...etc, y quizás, todos o cada uno de estos deseos sean en verdad necesarios en algún momentos de nuestras vidas.
Pero no dudemos en pensar que el verano es también momento de disfrutar de Dios un poquito más intensamente... en vacaciones Dios se nos acerca, ¡Él no las tiene!... se hace presente en el paisaje que contemplamos, en el agua, en la música, en la oración... incluso en los colores veraniegos que percibimos...se nos acerca con mucha suavidad y nos invita a reflexionar y a sentir su esencia, que debería de latir siempre en cada uno de nosotros.
¡Este verano no pongamos a Dios de vacaciones!
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