Melitón Bruque García
Después de las aclaraciones que hizo la Conferencia Episcopal Española, de todo lo que se ha venido publicando en estos días y de estar el libro del Papa en las redes, a disposición de quien quiera leerlo, sigue el runruneo, el malestar, y las estupideces que se sueltan a la ligera, sin saber qué se dice, fruto de una ignorancia crasa que hace sentir vergüenza ajena cuando oímos hablar y soltar disparates; pero duele más cuando ves que todo esto empieza a unírselo a comentarios políticos y entonces dan el salto y empiezan a atacar al Papa y a decir que en lugar de hacer recortes en el “Belén”, que los haga en el Vaticano… y dejo aquí la sarta de barbaridades que cada uno se permite soltar por su boca, sin saber lo que dice.
Pero lo más triste de todo esto, es que, muchos de los cristianos que van a misa, le dan más fuerza de verdad a estas sandeces, que a lo que el mismo Papa dice, a quien no se detienen a escuchar un momento.
Hemos de saber que Joseph Ratzinger, antes de ser Papa, era un gran teólogo. Él tenía un proyecto –como infinidad de teólogos lo tienen- de escribir una Cristología, ya había escrito dos partes de ella y este libro último, es la tercera parte.
Cualquier teólogo que se enfrenta a un proyecto de este tipo, no le queda más remedio que afrontarlo como es:
1º) Hay un cuerpo central que es la pasión-muerte y resurrección de Jesús, que fue lo primero que se escribió y la primera razón por la que se reunían los primeros seguidores de Jesús en torno a la Virgen María. Con ese cuerpo central que presentan los cuatro evangelistas empezaron a celebrar las primeras comunidades a las que se destinó cada uno de los cuatro evangelios.
2º) Pasado un poco de tiempo, había gente que se iba uniendo al grupo y que no habían conocido a Jesús, entonces se preguntaban: ¿Por qué lo han matado? ¿Qué hizo? ¿Qué dijo, para que lo trataran así?... Como respuesta se escribió “Los hechos” (milagros) y los “Dichos” (discursos, parábolas…) de Jesús.
3º) Un poco tiempo después, cuando la comunidad se va agrandando y ya va muriendo mucha gente de la que conoció a Jesús, los nuevos cristianos que van entrando y que aceptan que Jesús es Dios, se preguntan por su origen y ven que tiene un origen humano y divino. Entonces surge la necesidad de dar respuesta a todo esto y se escribe “El evangelio de la Infancia de Jesús”.
Es la parte mejor elaborada en la que no solo se intenta dar una respuesta al origen de Jesús, sino que se intenta hacer una catequesis por la que se pueda entender cómo en Jesús se ha dado cumplimiento a todo lo que anunciaron los profetas, a todas las esperanzas del pueblo de Israel de las que se vino hablando durante siglos en el Antiguo Testamento.
Lógicamente, una catequesis de este tipo requiere una riqueza enorme de signos, símbolos e imágenes que puedan expresar todo el contenido del Antiguo Testamento de modo que puedan servir como luces que van iluminando una gran cantidad de cosas, de hechos, de personajes,, de situaciones de la historia del antiguo pueblo de Dios.
El “Evangelio de la Infancia” no nos lo podemos tomar como quien lee una crónica de un periódico que narra lo ocurrido un fin de semana, pues nos quedaríamos sin entender absolutamente nada; peor aún si es que nos detenemos a discutir si en el establo había burros, gallinas, bueyes, cabras, ovejas, cerdos, mulos o caballos ¡Vaya usted a ver qué habría allí aquella noche!. No digamos ya todo lo que añadimos a nuestros “Belenes”: las mujeres lavando en el río, los patos, la nieve… y otras cosas más.
Ahora ponemos el grito en el cielo porque el Papa dice que de nada de todo eso habla el evangelio. Lo menos que deberíamos hacer antes de empezar a decir todas las barbaridades que se están diciendo es leer el evangelio a ver si lleva razón o está diciendo un disparate y darnos cuenta si todas esas cosas lindas con las que adornamos tienen una importancia tan grande que merezcan ser las que le dan consistencia a nuestra fe.
Vamos a exponer literalmente lo que dice el evangelio sobre el hecho:
S. Mateo 1, 18-24: “Así fue el nacimiento de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José; pero antes de que vivieran juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. Su esposo, José, pensó despedirla, pero como era un hombre bueno, quiso actuar discretamente para no difamarla. Mientras lo estaba pensando, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, descendiente de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está esperando por obra del Espíritu Santo, tú eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz. Y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios-con-nosotros.
Cuando José se despertó, hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado y tomó consigo a su esposa. Y sin que hubieran tenido relaciones, dio a luz un hijo, al que puso por nombre Jesús”.
San Lucas, que es el otro evangelista que lo narra lo hace así:
S. Lucas: 2,6-8: “Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto, y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos dentro de la sala principal de la casa. En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños”.
¿Dónde están los animales? ¿Se suponen? ¡De acuerdo!, podemos suponer todo lo que queramos, pero no son más que suposiciones. Y el Papa no dice en absoluto que no lo hagamos.
Para el Papa, hay una frase que le llama la atención y que él recoge y quiere realzar: “no había lugar para ellos dentro de la sala principal de la casa”, por la conexión que le encuentra con lo que dice S. Juan en el evangelio (1,11) “Vino a su casa y los suyos no lo recibieron” .
Es el comienzo de la vida de Jesús en esta historia de los hombres: desde el mismo comienzo nos lo encontramos con los desheredados: no lo han querido admitir ni en la habitación donde duermen las personas. Cuando Jesús ya es mayor y empieza a invitar a sus discípulos a seguirlo (Mt. 8,20) les dirá que “Las zorras tienen madriguera, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”… Y ésta sería la tónica de toda la vida de Jesús: nació fuera de la ciudad y no le quisieron dar cabida en el espacio de las personas y se fue a un establo, que es donde hay pesebres para que coman los animales, lógicamente, si se va a un establo allí hay animales y los animales que se alimentan en el pesebre pueden ser el buey, la mula, el burro, el caballo, las cabras… que son capaces de reconocer a su dueño (Is. 1,3) en cambio su pueblo no ha reconocido al Señor.
El Papa se siente golpeado por esta frase y es lo que quiere recalcar. Apoyándose en S. Agustín y en otros Padres de la iglesia, intenta dar una explicación del sentido de todas estas imágenes y pide que nosotros hagamos lo mismo a los niños para que no se pierda el verdadero sentido del acontecimiento, pues él ve cómo la sensibilidad cristiana lo ha sabido hacer, como lo hizo S. Francisco de Asís, que fue el primero que montó un “Belén” viviente y fue recogiendo todas esas imágenes que adornan el hecho fundamental, por eso el Papa pide que: “Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno”.
Produce un dolor inmenso ver que haya gente con tanta maldad que sabiendo la escasez de información del pueblo, se aprovecha para inyectar cada año su gota de veneno que envenena el ambiente creando la discordia, la división, el malestar, ridiculiza los sentimientos más entrañables de la gente sencilla y rompe toda una tradición y una cultura con un signo de paz, de familia, de solidaridad.
Pero al mismo tiempo produce vergüenza ajena ver la ignorancia que tenemos y por lo que nos escandalizamos, mientras nos vamos tragando sin rechistar todo lo que nos echan esos envenenadores: yo invito a que nos demos una vuelta por nuestra ciudad a ver en cuántos escaparates encontramos la imagen del NIÑO DIOS, en cambio, veremos cuántos están llenos de árboles con bolas de colores, y muñecos con el payaso vestido de blanco y rojo y con signos que no tienen nada que ver con el acontecimiento que se celebra: el NACIMIENTO DE DIOS EN EL MUNDO, les guste o no les guste, y si no quieren, que no lo celebren, pero que no se rían de los que nos sentimos felices de que Dios decidiera venirse a sufrir a nuestro lado y naciera entre los excluidos, y se mantuviera durante su vida a su lado y a su lado muriera.
¿O será que le tememos al reto que nos planteó de aceptar a los pobres como personas que tienen mi misma dignidad y tengo que aceptarlos como tales personas?
Me parece estupendo que en este escrito se aclaren algunas dudas, y que la gente se informe bien antes de hablar, cosa que pocos hacen.
ResponderEliminarEs cierto que la Biblia no habla nada de bueyes y esas cosas, ni el papa ha dicho nada de quitarlos del belén, son adornos sin la mayor importancia.
Esas cosas no son fundamentales para nuestra fe.
Lo mas importante es centrarnos en el mensaje.
El tema es que a los cristianos nos tienen manía, y están deseando oír algo para tergiversarlo y así poder criticarnos con mas argumentos.
No soportan nuestra luz!
Ya lo dice Jesús...Os odiarán por mi causa...
Es cierto que es una pena ver tanto adorno en escaparates y en todas partes, sin tener en cuenta el verdadero significado de la navidad.
Estamos divididos como dice el Evangelio y eso nadie lo podrá cambiar.
Lo mejor es seguir adelante y la unión entre los hermanos de la misma fe.
Cristo viene a salvarnos y no son capaces de reconocerlo, cambian luz por oscuridad...que pena! Bendiciones! Alma