Centrado ya en Alcaudete
por D. José Antonio García Romero
Se ha cumplido con nota -¡al menos eso creo!- el trámite del relevo en la parroquia de San Juan Evangelista de Mancha Real. Fue anoche, 4 de Septiembre, cuando Don Mariano Cabeza tomó posesión de su nueva parroquia. Creo que debe estar satisfecho, porque las comunidades parroquiales respondieron a la llamada de sus corazones hacia su párroco; para unos el que fue, para otros el nuevo. Satisfecho por la presencia de sacerdotes, compañeros que elevaron el momento con sus oraciones. Sencillamente sencillo y emotivo.
Pero soy yo quien estoy escribiendo esta crónica y el que se pone a mirar en otra dirección. Habiendo hecho efectivo mi renuncia como párroco de San Juan Evangelista, toda mi persona se pone mirando a Alcaudete, a la parroquia de Santa María la Mayor, la que está en alto, al lado del Castillo de los Calatrava. Ya tengo a la vista la fecha del 9 de septiembre para iniciar una nueva etapa en un pueblo que cuenta por cientos de años su historia. Un pueblo regado por el esfuerzo y el trabajo de muchos sacerdotes, religiosas, cofrades y cristianos, padres y madres de familia, profesionales e hijos de Alcaudete que siguen poniendo lo mejor de lo suyo para bien de los demás.
Con ilusión, sin olvidar el “temor y el temblor” que anuncia la Sagrada Escritura. Lleno del convencimiento que será Cristo Jesús quien llevará a cabo la cosecha de buenos corazones por las pequeñas obras que este cura pueda llevar a cabo. Profundizando en la parábola del Evangelio, donde Cristo dice que el vino bueno hay que echarlo en odres nuevos. Aquí no hay vino bueno, porque sigue siendo el de Cristo, el añejo, el mejor; lo único nuevo que hay es el instrumento que Dios os va a dar para haceros llegar su mensaje. Sólo será nuevo el método, el ardor, la ilusión… Queda el Evangelio de Cristo, que quisiera que fuera vivido con la coherencia y la condición de los hijos de Dios.
Me propongo llamar a todas las puertas de los Alcaudetenses -una a una, sin utilizar ninguna llave maestra, que eso me suena a fabricación en serie- para ofrecerme como soy y ofrecer lo poco que tengo. Fue San Pedro quien le dijo al enfermo en las escalinatas del templo de Jerusalén que no tenía ni oro, ni plata…, que lo único que tenía era el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Pues en nombre de Cristo y en su nombre, me gustaría ser entre vosotros “ipse Christus” -¡el mismo Cristo! o “otro Cristo”, si la expresión anterior resultara un poco fuerte- para que podáis acercaros aún más a Él. Voy hacia vosotros con la intención de aprender pronto vuestras tradiciones, fiestas, costumbres…, tanto religiosas como sociales. Quisiera conocer pronto vuestros rostros y vuestras historias personales, para hacerlas mías y poderlas compartir con Cristo Jesús en la oración diaria.
Quisiera terminar agradeciéndole a Don Sebastián Moreno las facilidades que me ha dado para conocer la parroquia y el esfuerzo y el trabajo que ha realizado en los últimos siete años.
A todos los que leáis estas palabras, mi deseo de que seáis felices conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario